19-08-2019
¿Y si hablamos de los malditos transgénicos?
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, en el año 2050 la población mundial habrá crecido lo suficiente como para que la demanda global de alimentos crezca hasta un 70%. Por lo tanto, el aumento de la producción agrícola es y será una prioridad mundial. Pero, ¿cuál es el mejor camino para llegar a este objetivo?.
Se ha comprobado que transformar zonas forestales en tierras dedicadas al cultivo no es una solución viable, ya que, además de favorecer el efecto invernadero, tiene una repercusión directa sobre la biodiversidad.
Aumentar la producción de las tierras ya dedicadas al cultivo tampoco es una opción factible. Para ello, es necesario incrementar el uso de fertilizantes o abonos nitrogenados que, de forma indirecta, producen gases como el óxido nitroso, que favorecen el efecto invernadero y contribuyen de esta forma al cambio climático.
A estos problemas hay que añadirle la incesante disminución del tamaño de las tierras dedicadas al cultivo, especialmente intensa en países en desarrollo, provocada principalmente por la transformación de terreno agrícola en zonas industriales.
¿Cómo conseguimos producir más en un terreno cada vez más pequeño y sin que tenga una repercusión considerable en el planeta?
Las plantas modificadas genéticamente (MG) o transgénicas podrían ser una alternativa viable, barata y de bajo o nulo impacto medio ambiental. Lo primero que hay que tener en cuenta es que todo lo que comemos actualmente está modificado genéticamente.
El hombre, a lo largo de los siglos, ha seleccionado los mejores especímenes para volver a sembrar sus semillas con el fin de obtener mejores cosechas. Cuando estas modificaciones se acumulan, generación tras generación, en unos pocos siglos tenemos individuos completamente diferentes y mejorados a los que iniciaron dicha línea evolutiva. A este fenómeno se le conoce como mejora vegetal a través de la biotecnología vegetal clásica.
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